La comunicación expande o reduce nuestro horizonte en el campo de las relaciones interpersonales

FAPASA

En este artículo, Julio Busconi, Entrenador, Titular de SFC Soluciones Formativas Complementarias – Consultoría en Habilidades Blandas, pone de relieve el proceso de optimizar nuestro desarrollo personal y profesional mediante nuestra autoexploración y transformación de paradigmas.

Entre tantos desafíos que debe resolver cotidianamente el PAS profesional, sin dudas la necesidad de actualizarse en el conocimiento del negocio, mejorar y aumentar permanentemente sus competencias y recursos, ocupan un lugar destacado en sus prioridades.

O al menos debería ser así.

Aquí aparece el entrenamiento, como factor resolutivo de aquella necesidad.

La traducción literal de coaching es entrenamiento y entrenamiento es la preparación para perfeccionar el desarrollo de una actividad.

Cuanto más riguroso el desafío, mayor y más exigido el entrenamiento; situarnos en la cotidianidad del ejercicio profesional del PAS, nos permite apreciar la magnitud y complejidad de esos asuntos.

Como ejemplo, la pandemia nos obliga a reforzar nuestra resistencia a la adversidad, nuestra tolerancia y perseverancia, nuestro optimismo y esperanza, como tantas otras emociones positivas, para contrarrestar el impacto negativo de las otras, las emociones que no nos ayudan, que están allí y que resultan una rémora en el camino manifestándose como desaliento, irritabilidad, pesimismo, desconfianza, miedo y muchas otras.

Es una buena decisión observar desde otro ángulo nuestro mapa emocional y el modo en que está operando en nosotros. ¿Nos está ayudando o con frecuencia nos expone a emboscadas con consecuencias gravosas? La respuesta a esta pregunta puede sorprender y poner en evidencia situaciones que no imaginamos.

El entrenamiento es el camino para encontrar respuestas aquí y desde allí operar modificaciones que, sin dudas, mejorarán resultados en muchos aspectos: en la salud, en lo laboral y hasta en lo familiar y social.

La administración inteligente de las emociones permite gobernarlas y no quedar atrapado a merced de ellas. Esto hace la diferencia.

Nuestros actos de vida están impregnados de emocionalidad. Tiempo atrás se consideraba al hombre como un individuo racional que se emociona. Hoy se lo considera un individuo emocional que razona.

Imaginemos los resultados que obtiene una persona con una expresión emocional más calibrada.

Si pensamos en identificar un estilo comunicacional que resulte facilitador en el logro de objetivos propios y de nuestros interlocutores, ajustando la técnica conversacional utilizada, optimizando la construcción de frases y la adecuada elección de las palabras, habilitará seguramente buenos servicios a nuestros intereses.

La comunicación, de acuerdo a la relevancia y dimensión que se le otorgue, expandirá o reducirá nuestro horizonte en el campo de las relaciones interpersonales.

El PAS vive en este mundo de relaciones.

Los tiempos que transitamos ofrecen matices diferentes; la conflictividad ostenta un estado ya sea manifiesto o latente, pero está allí; el desencuentro en la comunicación también es un signo, como así la incidencia de la emocionalidad conspirativa.

No siempre nos detenemos a observar la incidencia de estos asuntos en nuestra realidad. Estas manifestaciones impactan -y normalmente lastiman- un aspecto de alta sensibilidad en el ejercicio del PAS:  la relación interpersonal sea con clientes, asociados, ejecutivos de aseguradoras, empleados, etc.

En el mundo del PAS la habilidad para establecer relaciones de calidad y forjarse un estilo de trabajo que custodie estos valores, además de las satisfacciones personales, también aumentará la facturación.
En otro orden, la revisión de nuestros hábitos -o de nuestros colaboradores en la oficina- en cuanto a organización, planificación, administración del tiempo, como así de otros indicadores, es decisiva en el negocio, en su crecimiento o estancamiento.

También aquí el entrenamiento brinda orientación y soluciones.

Ahora bien, de qué manera administramos esta necesidad de entrenarnos.

Me permito referir una recurrente experiencia en talleres que realizo con equipos de venta, o ejecutivos comerciales; luego de preguntar a algunos participantes cuál es su deporte favorito y quién es su ídolo máximo en esa disciplina, me responden normalmente mencionando a figuras destacadas en la alta competencia deportiva.

Llegado a este punto les digo que imagino a esos deportistas (millonarios) entrenando tres días por semana, dos horas cada día. Me corrigen inmediatamente haciéndome saber que entrenan todos los días un mínimo de ocho horas.

Cuando les pregunto entonces cuántas horas se entrenan ellos, que aspiran a ser actores de “grandes ligas”, me responden que entrenan muchas horas todos los días cada vez que están frente a un cliente. En realidad, cuando uno está frente a un cliente, no está entrenando sino jugando el “partido del domingo”.

Con las excepciones del caso, algunos PAS no han asignado aún una cantidad determinada de horas de entrenamiento en su planificación general.

Entiendo que es una conducta (o un hábito) que debiera revisarse.

La experiencia y conocimiento que aportan las horas de ejercicio de la actividad, en el terreno, son irremplazables, aunque un plan de entrenamiento personal resulta un complemento inestimable en la configuración de un PAS profesional.

PCA, PCC, y el trabajo que FAPASA y varias APAS del país realizan ofreciendo talleres, cursos, seminarios de capacitación, son verdaderos vectores en la profesionalización del PAS.

Asimismo, la iniciativa propia de leer libros relacionados directa o indirectamente con el negocio, recurrir a cursos virtuales, o presentaciones gratuitas de plataformas virtuales, brindan excelentes herramientas y recursos.

Todo es perfectible; todos podemos mejorar y superarnos; quienes consideran que ya son excelentes profesionales, aún pueden ser mejores.

Esto también alcanza al liderazgo que se encuentra en un observatorio permanente de quienes son liderados.

Existe un contraste interesante entre nuestra condición de demandantes y proveedores de determinados servicios. Hay en esto muchos ejemplos, aunque es sencillo imaginar que cuando demandamos un servicio, una asistencia o prestación, aguardamos legítimamente lo que corresponde que recibamos, generalmente “lo mejor”.

Sin embargo, cuando somos nosotros los proveedores de determinados servicios o prestaciones, no siempre somos tan exigentes con nosotros mismos y más bien, en algunos casos, somos buenos justificándonos -por ejemplo- ante el incumplimiento, la procrastinación o el servicio brindado que podría resultar objetable.

Esto aplica también cuando nos referimos a conductas como la impuntualidad, la falta de compromiso y los hábitos descuidados que no solo nos perjudican a nosotros, sino además a terceros.

El entrenamiento más buscado es el que refiere a cuestiones técnicas de la actividad. ¡Enhorabuena! Pero resulta interesante asignarles espacio e importancia a los asuntos denominados “habilidades blandas” (Soft Skill) porque inevitablemente están presentes en cada jornada laboral.

El coaching, ya no en su traducción literal sino en la aplicación profesional, es una metodología orientada a optimizar el desarrollo personal y profesional de la persona, mediante un proceso en el cual se estimula y conduce la autoexploración del individuo y el cambio o transformación de paradigmas.

Se diferencia de la psicología, porque el coaching no es terapéutico, no pertenece al ámbito de la salud.

El entrenamiento ubica a quien lo practica en la vanguardia, en un modelo de mejora constante, brindando la certeza de expresar profesionalmente lo mejor de uno mismo en cada una de sus acciones.